Otros Cuentos de Miedo

Caracas zombie I (La muerte de Carlos y Alfonso Hope)

Cuento enviado por Osiris Van Hart (fan del blog)

—Nooo—el grito rompió el silencio, —Carlooos—

Estaba de broces. De rodillas y a espaldas, frente a una esquina yacía un hombre que apestaba ha muerto.  Ese sujetos masticaba algo, o alguien, parecía un perro rabioso. – uhmmm—gruñó aquella espectral figura que al escuchar las voces de los humanos se puso de pie y les dio el frente.

Aquel hombre le quito el seguro a un arma que colgaba de sus hombres. —Es todo— le dijo alguien que estaba a su lado, dispara. Bramó nuevamente aquella figura que tenía una gran mancha de sangre en la boca y masticaba lo que  a simple viste había sido los labios de Carlos. —Dispara Tomás, dispara—

¡CABUM! El sonido estridente de un arma los dejo sordo pon un momento. Al piso y de rodillas, cayó nuevamente el zombie, esta vez, el no muerto estaba completamente muerto.  Aquellos sujetos vieron como numerosas sombras comenzaban a reflejarse en las paredes —Vamos, tenemos que irnos de aquí—

***

Corrían, eran unos expertos. Ambos llevaban pesadas armas consigo pero eso no era impedimento, se movían como la luz. No se detenían en ningún lugar, no veían atrás, si uno se quedaba era su problema, esa era su única regla (Seguir con vida, no regresar si el otro caía, cumplir la misión). El Radio que colgaba del cinto de su correa sonó —Alfonso a qué altura de Plaza Venezuela se encuentran. Alfonso, responde— Alfonso corría, no quería detenerse para responder. Carlos iba detrás de él, le seguía el paso.

—Alfonso contéstale al jefe. Dile que ya vamos a llegar a llegar a la farmacia—

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—     Cállate Carlos, es hora de que te actives. No pienso regresar—

Esta revelación impacto a Carlos de gran manera — Cómo es la cosa, y la medicina para los señores—, soltó el hombre deteniéndose. Sin darse cuenta arrebato el seguro y coloco el silenciador. Se alisto para disparar, a su alrededor habían algunos comegentes. Alfonso se percató de que dejo de escuchar el redoblar de las botas de su amigo contra el piso. —Tenemos la Farmacia casi al frente, puedo buscar las cosas, pero regresaras tú solo—

Esto último calmo un poco la ansiedad que se teñía encima del hombre vestido totalmente de negro noche. Vio a lo más lejos que el sol comenzaba a salir.  Vislumbro los grandes charcos de sangre que habían a su alrededor, de las tiendas abiertas salían atroces formas humanas, o en que su momento fueron humanos.  Disparó unas cuantas balas a los que tenía más cerca —Conserva municiones, tendrás que regresar por tu cuenta—

Corrieron nuevamente. Derribaron algunos zombis sin detenerse,  a lo lejos vieron el anuncio del Farmatodo, estaban a menos de dos cuadras de la farmacia, iban por unos medicamentos y por algo de alimento, entraban buscaban y salían.  Carlos pensó en regresarse por los rieles del metro; era lo más seguro. Habían cerrado todas las estaciones desde Propatria a Palo Verde, de Palo Verde a Propatria, los sobrevivientes, los pocos que quedaban,  se habían resguardado ahí, luego de que una abstracta enfermedad devolviera a los muertos a la vida, la ciudad se había movido a lo más profundo de las cavernas. La muerte hacia vida arriba en las calles, y la vida hacia muerte abajo, en los rieles.

La entrada de la farmacia era custodiada por varios no muertos.  Ambos dispararon, los liquidaron, al entrar al local un penetrante olor a muerte los atrapo, se taparon las fosas nasales con hisopos impregnados en licor de anís. —Recuerda respirar lo más profundo que puedas— Le digo Alfonso a su hermano Carlos.  Ambos se vieron a los ojos y sus manos se movieron como maquina cuando abrieron los bolsos que colgaban de sus hombros. Buscar la fórmula por las repisas se movían estratégica mente, estaban entrenados, cada vez que pasaban un pasillo gritaban —Revisado—  no había nadie a su alrededor; se sentían seguros.

— ¡Aquí, aquí! — gritó Carlos mientras alzaba una caja que a lo lejos era de color naranja, pero de cerca se tornaba de un rojo intenso. —Eso, ahora vamanos— llevaban  sangrientos, cruentos, interminables y largos días buscando esa medicina.  —Buscamos algo que beber— Pregunto Carlos, llevaban días sin saber lo que era agua, habían sobreviviendo con jugos y con alcohol.  —No, no quiero durar un segundo más aquí vámonos  — Esto último fue más un presagió que una advertencia.

Como por arte del destino y desde lo más alto un no muerto sin pierna descendió del techo, el sonido lo delató — Cuidado — Alfonso gritó mientras corría de espaldas y disparaba desde lo más alto —Hermano— bramó Carlos al mismo momento en que un zombie intentaba devorarle un pedazo de piel del brazo, un reflejo le salvó la vida, se llevó la mano a la parte inferior  de la espalda y sacó una pistola y le disparo. —Aquí Alfonso, necesito refuerzo en el Farmatodo de Plaza Venezuela, aquí están los medicamentos y la comida. Necesito refuerzo, repito, necesito refuerzo—

—Alfonso, va saliendo el dúo delta aguantad, aguantad— Mientras esto salía escupido del radio tres muertos vivientes devoraban a Carlos, Alfonso se percató por el chillido. Cuando intentaba salvarlo tres sujetos que tenían la mitad del cuerpo devorado y desprendían sangre putrefacta se le lanzaba encima —Ahhhhhhhhhhhhhhhhh— esa fueron las últimas palabras de Alfonso.

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