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El gigante de las montañas (parte 3)

Para que puedas entender el cuento, te recomendamos que leas la 1era parte haciendo clic aquí.

No hice más que afrontar mi cruel destino, no intenté escapar ni mostrar angustia, los seguí sin siquiera agachar la mirada, a mi paso todas las familias salían de sus casas y me escupían en el rostro, algunos otros me hacían signos raros con las manos. Y así durante un trayecto de cincuenta metros, una fila de hombres negros, altos y con rasgos europeos me hacían valla hacía una gran construcción rocosa en forma de pirámide, misma que estaba adornada con piedras hermosas y figuras del ídolo de las montañas, algunas de ellas talladas en madera, otras más en mármol y oro.

Al ingresar a esta construcción de tipo templo piramidal, advertí que habían otros más esperando por mí, cubiertos con túnicas largas y capuchas, usaban mascaras de barro que hacían parecer a sus rostros estar hechos de piedra, todos ellos en formación triangular. Sentado en un trono alto y adornado de gemas, estaba quien presumía era Ramiro, un hombre con evidente  exceso de peso, el único hombre obeso de todos los habitantes que había visto.

A los pies del trono, se encontraba un maltrecho Bahía, atado de pies y manos, mientras que sus ojos se encontraban vendados. Se hizo un silencio sepulcral hasta que Ramiro habló:

“Con desagrado encuentro que gente como usted no entiende que lo único que queremos es vivir en paz. Gente como usted se alimenta del morbo ajeno para distraerse de las desgracias que ocurren justo debajo de sus narices. Hombres como el que yace a mis pies, es indigno de este suelo, es abono para esta tierra que necesita fortalecerse. Mire, la humanidad es inquilina de un lugar sumamente hermoso, del cual no ha tenido conciencia de que no le pertenece. Hace más de 4,530 millones de años este lugar fue visitado por viejas deidades, seres primigenios que se encargaron de abastecer a la tierra de todas estas bondades naturales, y entre todas estas riquezas de las que usted es testigo, nos encontramos nosotros. Nosotros somos el resultado de todos estos milagros, la vida nace del agua, los mares fueron creados por inspiración de estos seres. La vida nació de la vegetación formada por bondad pura de los dioses, de la tierra, de cualquier elemento que usted me nombré, nace la vida. Por lo tanto nosotros somos hijos de los primigenios, negarlos sería una blasfemia. Pero, ¿cómo hemos nosotros correspondido a este gran acto de amor? Destruyendo querido señor, talando, deforestando, extinguiendo, evaporando. Ecocidio señor. Y nuestros Dioses son sabios, ellos han sabido reprendernos, nos han mandado temblores, tormentas, maremotos, erupciones volcánicas e inclusive pandemias, ¿Hemos aprendido? No señor, no hemos escuchado a la naturaleza, la seguimos masacrando, seguimos atentando contra nuestros padres, nuestros amados Dioses. Es lamentable señor, pero la realidad es esta.

Ha tenido oportunidad de explorar nuestras tierras señor, mire a nuestro alrededor ¿Ve hambruna? Señor, no nos hemos enfermado en años, nuestra esperanza de vida es de 150 años. Talvez le han contado ya historias acerca de mi ascenso al poder, no sé hasta qué punto le han relatado. Pero eso fue hace cincuenta años, ¿Y parezco un hombre de ochenta años? No señor, me veo de cuarenta. Así que el mensaje es claro, la tierra le dará lo que usted le ofrece. Nosotros le otorgamos vida, ella nos retribuye con vida. ¿Ahora es que entiende? Bien, es hora de mostrarle un poco de lo que vino a buscar”.

Tres hombres fornidos se dirigieron a una estrella de Azrael que estaba dibujada en el suelo, ahí fue que comenzaron a cavar. Esto ruido desesperaba a Bahía que fue amordazado para callar un poco sus suplicas.  Rápidamente los hombres cavaron cerca de dos metros bajo tierra. Uno de los encapuchados se dirigió hacia Bahía y sobre una de sus manos, introdujo la misma semilla extraña que se le otorgó a Jonás, símbolo de penitencia. Si la soltaba era reprendido de forma brutal. Solo bastó un azote para que dejara de repetir la acción.

Fue levantado por las axilas, y arrojado al hueco, calló boca abajo. Escuchaba los sollozos de Bahía, se reventaba las cuerdas vocales intentando decir algo. Palazos cargados de tierra empezaban a caer sobre su espalda. Me sentí impotente, no podía hacer nada. Seguramente yo seguiría a Bahía. En poco tiempo la tierra marrón cubrió por completo al desgraciado hombre. Todos los encapuchados se acercaron e hicieron un círculo en torno del sacrificado bajo tierra. La estrella de Azrael ya no era visible, pero los fanáticos se acomodaban en torno a las débiles marcas aun existentes. Rezaban en un lenguaje tan antiguo como la creación de la tierra misma. Lo supe porque reconocí algunas de esas oraciones, las cuales pertenecían al libro de los muertos. Un libro que se suponía ser un mito.

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“Bien señor, ahora que usted ha sido testigo de nuestros ritos, debo a bien encomendar que siga su camino. El Gigante de las Montañas no desea su cuerpo en sacrificio, tiene otros planes para usted. Vaya de vuelta a su ciudad de origen y escriba el artículo que lo trajo aquí. Su suerte y la de los suyos ya están escritas. Así que por favor, regrese, y avise al mundo las buenas nuevas. Los dioses vienen a tomar lo que siempre les ha pertenecido.”

Con gran desconcierto fui llevado a rastras afuera del templo. No sabía que estaba pasando, realmente de entre de todos mis posibles finales, este era el que menos contemplaba. Fui llevado como un prisionero fuera de la zona, caminé sin descanso por todo el bosque. La montaña era testigo de mis pasos, sentía su presencia, es algo que jamás podré explicar, pero la incomodidad que esa montaña generaba en mí, es algo que requiere tiempo y líneas para expresarlo.

Me llevaron exactamente a donde había llegado, a los campos de maíz secos. Advertí que la casa de Jonás había sido quemada y la avioneta del piloto grasoso aún seguía ahí. Uno de los habitantes se encargó de pilotear la nave, mientras otro más se encargaba de que no me moviera ni hiciera nada extraño. Me dejaron en el aeropuerto de Vonegas. Una vez que aterrizaron, me aventaron sobre la pista así como a mis pertenencias. Personal del mediocre aeropuerto corrió en mi auxilio, solo pedí por una llamada telefónica. Hombres de mi editor se encargarían de devolverme a casa.

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El viaje a este lugar me ha dejado en claro muchas cosas. Existen cosas fuera de nuestras manos, cosas que escapan de nuestra voluntad. Vi morir a un hombre y dos más desaparecieron. Las autoridades de Vonegas no tienen deseos de entrar a esa zona, pues es considerada un lugar protegido constitucionalmente al ampararse en usos y costumbres del lugar, así que internarse en esa zona generaría un complicado proceso administrativo y burocrático, y al ser los muertos gente sin peso en el atmosfera regional, dejarían que el tiempo los entierre en el olvido.

Canarias es un lugar olvidado por Dios. Por el Dios al que tú y yo rezamos. Pero protegido por otros seres. O cuando menos esa es la fe y creencia de sus habitantes. No comprendí muy bien cuál era la misión u objetivo que se me encomendó y por el cual se me perdonó la vida. Solo al empezar a escribir comprendí la necesidad de dar a conocer a los demás que aún estamos a tiempo, que lo que existe más allá de nuestra imaginación es tan real como lo que existe físicamente en tu espacio geográfico. He crecido leyendo muchos libros de ciencia ficción en los que se me vendían historias sin ningún otro fin más que el de entretener. Pero estos autores parecían no estar muy alejados de la realidad, tal vez ellos tenían conocimiento pleno de los primigenios, del Dios Pulpo que habita en las profundidades del Mar Atlántico, o de las osamentas gigantes de Uluru-Kata-Tjuta, en fin. Pareciera que también ellos nos hubieran querido advertir.

Estoy en el trigésimo noveno piso del edificio en donde trabajo, en estos momentos solo yo me encuentro en el interior del mismo. El monitor de la pantalla ilumina mi rostro mientras estoy a un “Enter” de publicar la historia. Afuera todo es locura y desesperación. Los residentes de Los Ángeles están siendo evacuados ante la amenaza de un maremoto con escala de 8.5 que azotará nuestras costas. Las posibilidades de supervivencia son mínimas. A ratos me asomo a la ventana y observo el cielo obscuro, los rayos descienden con fuerza sobre el mar, asemejando venografías que hacen al oleaje levantarse rabiosamente con un colérico estruendo. Para esto regresé. Este era el plan que el Gigante de las Montañas tenía para mí. Hacer llegar a ustedes el caos y la locura que han estado reservando para todos nosotros a través de millones de años.

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Acerca del autor

Pedro Luna Creo

8 Comentarios

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  • Sigue así que terminaras siendo un gran escritor. Me pareció un relato vivido, más sin embrago estuvo toda en tu imaginación. Desde un principio captaste la atención, leer hasta el final.
    Eso es lo que está pasando en nuestro mundo hoy en dia, cada quien piensa a su manera de acuerdo a la religion..tenemos nuestras propias ideologías, mientras unos dicen que toda la destrucción es por el pecado sobre la tierra, científicos nos dicen que es el cambio climatico, por no cuidar nuestro planeta..eso me hizo pensar .muy bueno. Te felicito a 10…espero seguir leyendo mas de ti.

  • Sharoll, que halago leer lo que piensas, una frase trillada pero cierta, la realidad supera a la ficción. Agradezco tus palabras y esperó seguir siendo de tu agrado.

      • no pude para de leer tu cuento es extraordinario, como comentaron anteriormente pudiste llevarnos al mundo del cual hablas y sentir el temor que sentía el protagonista, gracias y espero poder llegar a encontrar mas de tus cuentos.

        • Sebastian, muy feliz de leer tu comentario, me complace que te haya gustado, y hayas entrado en la perspectiva del protagonista, espero pueda seguir siendo de tu agrado.

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